Origen y formación
El fenómeno de la Resistenza surge en Italia tras el armisticio del 8 de septiembre de 1943. Previamente ya se habían producido algunas protestas y huelgas y había un desprestigio creciente de Mussolini y del Rey motivado por el curso de la guerra, pero no fue hasta el otoño de 1943, tras la invasión de Sicilia y la caída del gobierno de Mussolini, cuando se desencadenaron los acontecimientos y se convirtió en un fenómeno social relevante.
El ejército italiano carecía de instrucciones sobre qué hacer tras la firma del armisticio y no sabían si rendirse a los aliados, a los alemanes o hacer frente a todos ellos. Muchos de sus miembros optaron por abandonar los cuarteles y volver a casa. El movimiento partisano surge, en un principio, de un conjunto de desertores que, atrapados tras el frente, se unen a grupos de civiles opositores a la nueva República Social Italiana establecida al norte como estado vasallo de Alemania. La resistencia se articuló en torno al Comitato di Liberazione Nazionale, (CLN) que agrupaba a todas las tendencias y que se dividió posteriormente en el Comité de Liberación Nacional de la Alta Italia y el Comité de Liberación Nacional Central para coordinar sus actividades
Este movimiento se nutrió de elementos de muy diversos orígenes: socialistas, comunistas, social-liberales, monárquicos, demócrata-cristianos, anarquistas, obreros, profesionales, militares, estudiantes, campesinos, desertores y revolucionarios, muchos de los cuales vieron en este momento de derrumbe nacional una posibilidad de realizar un gran cambio social, político e, incluso, económico en Italia. Según algunos autores, la cifra total de partisanos llegó a alcanzar al final de la guerra los 300.000 hombres; Hay que señalar la fuerte presencia de mujeres en sus filas, (cerca de un 10% de sus miembros).
La convivencia entre todas sus facciones no siempre fue fácil, sobre todo debido a la gran división existente los comunistas, (los más numerosos y siempre observantes a las instrucciones de Moscú) y el resto de elementos que formaban el movimiento partisano. Su crecimiento fue favorecido por los avances aliados en todos los frentes y por las medidas represivas de la RSI, que los consideraba simplemente bandidos.
El objetivo que animaba a estas unidades era muy diverso. La larga campaña italiana se desarrolló como una guerra con tres perspectivas conjugadas de forma diferente según quien combatiese: por un lado era una guerra de independencia nacional: los italianos contra el invasor alemán. Por otro, era una guerra civil ideológico-política, entre antifascistas y fascistas, (que se disputaban hasta conceptos como los de “nación” “patria” o “independencia”); y por último, era una guerra de clases, pues se establecía una identificación entre el gran capital italiano y el fascismo. Según cada combatiente, (o cada unidad) la importancia de unas motivaciones u otras cambiaba.
Su actividad fue, fundamentalmente, la de presentar una alternativa al gobierno de la RSI: ocupaban el terreno, constituían “repúblicas partisanas” en valles remotos (hasta diecisiete se llegaron a establecer, con sus instituciones propias, sus escuelas, sus elecciones o su moneda), impartían la ley y asesinaban a fascistas reconocidos, hacían actividades de propaganda expandiendo rumores y desvelando noticias censuradas por la RSI, atentaban en cafés y desfiles, saboteaban comunicaciones, boicoteaban los acopios obligatorios, organizaban huelgas, tendían emboscadas, daban cobijo a desertores y evadían a aquellos que iban a ser deportados a Alemania para trabajar. La eficacia y la legitimidad, (lo más importante para un estado) de la RSI menguaba porque los italianos sentían que había una alternativa italiana a la República de Saló, a sus leyes, a sus disposiciones y a sus jerarcas.
Si bien las partidas eran abundantes en las zonas montañosas, también operaban en las ciudades. En estas se estructuraban dependiendo de las actividades que estaban llamados a realizar. Por un lado los Gruppi di Azione Patriottica (GAP), que actuaban en las ciudades repartiendo propaganda y realizando atentados y las Squadre di Azione Patriottica (SAP), que se encargaban de las huelgas en las fábricas. Se intentó militarizarlas en el Corpo italiano di liberazione (CIL) que, en teoría, se encargaba de coordinar las acciones partisanas con las de los ejércitos aliados, proporcionándoles armas, evacuando pilotos derribados y haciendo labores de espionaje y sabotaje.
Su actividad en la guerra
La actividad llevada a cabo por los partisanos a lo largo de la guerra puede dividirse en tres períodos.
Un primero que va entre el armisticio con los aliados, (8 de septiembre de 1943) y la caída de Roma, (4 de junio de 1944). Durante el cual, la Resistenza estaba aún desorganizada y su influencia era pequeña, las partidas se estaban formando y sus actividades guerrilleras y terroristas eran puntuales, (llegando a su punto máximo en el atentado de Via Rasella y la consiguiente masacre de las Fosas Ardeatinas)
Un segundo periodo que se inicia en junio y que durará todo el verano y otoño del 44. En el que las actividades partisanas se multiplicaron. Se produjo la revuelta de Florencia, (en agosto, los partisanos toman la ciudad), hubo huelgas generales en los principales centros industriales, los atentados y los sabotajes se multiplicaron, se crearon las repúblicas partisanas y se combatió al norte de la Línea Gótica una guerra civil subterránea. En este periodo alcanzan su auge para luego caer hasta su práctica disolución. Una a una todas las repúblicas partisanas fueron aniquiladas, la represión fue brutal contra partisanos y población civil sin distinción.
El tercer periodo puede situarse al final de la guerra, en abril de 1945. Tras la cruenta represión alemana a principios del otoño de 1944, el general Alexander hace un llamamiento para que los partisanos cesen sus actividades hasta la ofensiva aliada (noviembre de 1944), pero los partisanos alargarán su inactividad hasta pasado el invierno, en el momento en el que los aliados ya descienden por el valle del Po, los partisanos se adelantan a tomar las ciudades y actuar como gobierno en funciones sobre la Italia liberada.
Pareja de conveniencia
La relación de los aliados con los partisanos siempre fue contradictoria. Por un lado los apoyaban materialmente, pues pensaban que era mejor ahorrarse bajas propias por medio de estos combatientes interpuestos, pero la ayuda siempre era lo suficientemente escasa como para que los partisanos nunca fuesen decisivos. Las relaciones de los partisanos con los aliados tampoco eran más mucho mejores. Por un lado deseaban que ésta se incrementase, pero, siendo la mayoría de inspiración comunista, sus esperanzas estaban puestas en que el Ejército Rojo, tras alcanzar Viena, se dirigiese al Véneto para ascender por el valle del Po hasta Turín.
Aunque sus acciones fueron abundantes, (6.300 según algunos autores) sus logros estrictamente militares fueron escasos, (emboscadas, ocupación de valles alejados o ciudades desguarnecidas, atentados, desmoralización,…) salvo el entretenimiento de las unidades, (hasta siete divisiones, incluyendo unidades tan exóticas como las divisiones de caballería cosaca del ataman Timofei Domanov) en su represión, pero sus logros políticos -y la guerra es simplemente una extensión de la política por otros cauces- sí fueron notables. Italia, que estaba siendo invadida por los Aliados, no tuvo un movimiento de resistencia fascista contra los aliados. Éstos no tuvieron que cuidar sus líneas de abastecimientos de sabotajes o emboscadas. Al revés. Fueron los alemanes y los neofascistas italianos los que tuvieron que vigilar su retaguardia, los que dudaban de sus propios vecinos y de sus lealtades, los que sospechaban de los que ayer habían sido fieles amigos y ciudadanos ejemplares.
Tras la guerra las aspiraciones de muchos de ellos se vieron truncadas. El establecimiento de una democracia liberal, la influencia de los Estados Unidos, la marginación del poder al que estuvo sometido el PCI (el partido comunista más importante de toda la Europa Occidental), fueron características básicas de una Italia de postguerra donde la victoria partisana no se vio correspondida por un acceso al poder tras la paz. Como decía el sargento Nicolla LaRusso que era uno de los personajes de la película Mediterráneo:
“non ci hanno lasciato cambiare niente.” (“no nos han dejado cambiar nada”).