por : Enric Martí
Las interferencia políticas en temas militares han ocasionado señalados desastres en todos los tiempos; por citar un par de ejemplos: W Churchill a lo largo de toda la 2ª guerra mundial a pesar de todas sus justificaciones a posteriori o Alfonso XIII y su escueto telegrama: “¡Olé tus huevos!” al alocado general Silvestre previo a Annual, (1921). En el caso que nos ocupa será el primer ministro italiano Francesco Crispi quien apremiará al general Baratieri para que abandoné su cauta y correcta estrategia de evitar un combate directo.
Tarde, mal y nunca
Las tardías unificaciones de Alemania e Italia en el último tercio del siglo XIX y en el caso de la última con unos resultados todavía hoy no del todo tangibles; tendrá como consecuencia que en el reparto colonial sólo queden migajas, ¡mejores que las conseguidas por España eso sí, cuya sangrante posesión del Rif sólo era el capricho de la todo poderosa Gran Bretaña que no quería una potencia de primer orden al otro lado de la roca : Gibraltar!.
El sueño platónico de Italia siempre será Túnez, algo que la vecina Francia (que ya controlaba Argelia), ya se encargará de impedir sí o sí. No será hasta la segunda década del siglo XX cuando haga acto de presencia en el Magreb a costa del siempre agonizante Imperio Turco, del que rapiñará Libia y de propina las islas del Dodecaneso, (Rodas).
La apertura del canal de Suez dará la oportunidad de asentamientos en el mar Rojo y cuerno de África, siempre con la venia de los súbditos de su graciosa majestad, (¿dónde le ven la gracia?). Se asentarán pues en la bahía de Assab y posteriormente en Massaua (Eritrea) y el puerto de Saati que se encuentra limítrofe con esta última y que será atacado de inmediato por el “Ras” (Señor feudal) Alaua.
Hago un inciso en el texto para comentar, que algunos de nosotros habremos oído años a, definir algún mozo con greñas como “¡Rastafari!”, eso no es más que la disfunción fonética-popular del afamado Ras Tafari que llegará a ser Emperador (Negus) de Abisinia con el nombre Haile Selassie y que se opondrá con firmeza a la invasión fascista de Mussolini en 1935-36.
Con el objeto de socorrer el asediado puerto, a inicios del año 1887 se destacó al teniente coronel Cristoforis con 500 hombres, que caerán en una emboscada en Dogali el 25 de enero con el resultado de 430 muertos incluyendo al propio Cristoforis, como de costumbre la arrogancia europea impedirá sacar conclusiones y tomar precauciones ante la evidencia…Ese mismo verano el general Marzano con 20.000 laminará, (léase pacificará, otro cínico eufemismo occidental) la zona, construyendo asimismo líneas férreas para una futura invasión del interior. Organizando y reclutando además los primeros cuerpos indígenas, (Ascaris) que como no podía ser menos, serán las cabezas de turco de la humillante derrota de Adowa. La tradición militar italiana dicta no terminar nunca una guerra en el mismo bando en que la inició y en caso de no ser posible: lanzar balones fuera, descargando sobre otros su única responsabilidad…
El sucesor de Juan como Negus será Menelik que tratará de buscar un peregrino “status quo” con los italianos, llegando a enviar a su primo el Ras Makonen en tour turístico por la “bella Italia”, recibiendo armas para imponerse a la revoltosa nobleza, sin percibir que pronto serán empleadas contra ellos mismos; junto a las suministradas por la siempre intrigante Francia, (¡qué malos son les americaines! ¡y qué agradecidos son “les gabaches” con quienes les han salvado el culo en tantas ocasiones!).
La expansión italiana aunque lenta y brutal con los indígenas era sin embargo cada vez más extensa y provocará una rebelión popular en 1894, hecho que aprovecharán los italianos para ocupar una serie de poblaciones, su particular lucha contra el Ras Mangasci les permitirá más ganancias territoriales en la región del Tigré, (Sur de Eritrea).
Devoción sin obligación
El 7 de diciembre de 1895, el mayor Tosseli era atacado en Amba (montaña) Alagi, perdiendo más de 2000 hombres. Se calculaba que el ejército abisinio estaba compuesto por 30000 guerrero pobremente armados. La realidad era que su número rondaba los 100000 tres tercios de los cuales manejaban armas de fuego. El enorme ejército etíope tenía una estructura feudal de dudosa fidelidad y de precaria logística que a la larga debían llevarle a su dispersión cual castillo de naipes. Las órdenes llegadas de la metrópoli abogarán por el choque en busca de las ganancias electorales de una brillante victoria. Ante el aviso de su inminente destitución Baratieri abandona la fuerte y segura posición de Sauria y marcha sobre Adowa. dirigiendo un despliegue erróneo plagado de confusiones ante el defectuoso reconocimiento del terreno y en la creencia de una superior potencia de fuego. Pronto se verá sorprendido por la movilidad y certero fuego enemigo que es coordinado por numerosos asesores europeos.
Detectados ambos ejércitos, la noche del 1 de marzo de 1896 el general Baratieri destacaba 20000 hombres que debían encontrar sus puntos de partida en la oscuridad, sin mapas de la zona y procurando cohesionar sus flancos con el resto de unidades. Al alba la posición de las cuatro columnas es por todos imaginable y la convergencia sobre Adowa puede formar parte del compendio de utopías de Pero Brullo.
Inicia el asalto la columna del general Albertone sin coordinación alguna, ni ápice de cohesión, otras dos columnas tratarán de apoyar a destiempo el ataque, mientras la artillería no sabe contra qué y contra quién disparar ya que el ejército abisinio pronto abandonará sus ventajosas posiciones para contraatacar con una movilidad y conocimiento del terreno envidiable.
Una a una las unidades italianas se verán aisladas, copadas y aniquiladas, a pesar de que las escasas unidades de élite: Bersaglieri y Alpini, tratarán de cubrir los numerosos huecos por los que se infiltran los etíopes. El mantenimiento en reserva de la guardia imperial etíope (Shoan) como garante del poder de Menelik, será anulada por la emperatriz Taitú, que reprocha a su marido su falta de hombría por no lanzarla en masa y explotar el éxito que se acaricia con la punta de los dedos, en ese instante lo que hasta el momento aparentaba ser una discreta derrota se torna en desastre descomunal.
Venganza caduca
Las consecuencias políticas y sociales en Italia serán devastadoras y marcarán el inicio de siglo, en el que ni siquiera su participación en el bando vencedor en la Gran guerra disiparán, en la que a pesar de haber sufrido numerosas bajas, se verá pronto enterrada por la ambición sin fondo de Francia y Gran Bretaña. Prueba de ello lo tenemos en los comentarios de un prohombre a tenor del desastre colonial español en el Rif en 1921: “¡Adowa fue una batalla, Annual una masacre!”, como si el número de inútiles muertes fuera un regulador de lo absurdo, con esa misma regla de tres también tenemos las palabras del Duce a finales de la campaña de Francia 1940: “¡Sólo necesito unos miles de muertos para sentarme en la mesa de los vencedores!”, (claro, claro Benito… y si te pasas de frenada sólo faltarán unos cuántos miles más para verte colgado de una gasolinera de Milán en 1945). La venganza se retrasará hasta 1.935, fecha en la que Mussolini dispondrá de una diferencia tecnológica aplastante que le llevará a un engañoso concepto de “regreso de las legiones”, a pesar de tener un precoz oráculo del drama en la batalla de Guadalajara (1.937), tras la cual las huestes republicanas entonarán jaleados sin tapujos por los nacionales la coplilla: “¡España no es Abisinia, menos camiones y más cojones…..!”. A tan zafio ripio sólo se puede alegar : “¡Creddere, obeccere, combattire!”.