por Enric Martí
“La muerte no deja de alcanzar a los que huyen, más vale buscarla con honra que huirla con perpetua infamia”.
Fernando de Ávalos, Marqués de Pescara.
Introducción histórica
El siglo XVI plagado de actos de violencia colectiva, tiene en esta macabra clasificación dos momentos claves, una por su trascendencia: Lepanto (1571), ¡cualquier otro resultado que el acontecido, hubiera ocasionado que en la actualidad los habitantes de la ciudad Eterna fueran requeridos en cinco ocasiones para sus oraciones diarias! y otra por su revolución en el arte militar: Pavía, ignorada, obviada y poco rigurosamente estudiada por las fuentes anglosajonas que suelen abordarla desde un prisma tendencioso de: la noble y gallarda caballería gala impunemente masacrada por los villanos sureños, casualmente cuando esta magnífica caballería se bata en Crecy o Azincourt los héroes sin parangón siempre son de forma unánime: ¡los arqueros ingleses!.
La versión infantiloide que dan de la batalla, versa sobre la imposibilidad de la artillería francesa de seguir disparando por cruzarse su briosa caballería entre ella y los pérfidos “spaniards”, lo que obvia es que la visión en el campo de batalla por las condiciones climatológicas se limitó a cien metros y que en pleno siglo XXI, todavía no se haya encontrado la forma de que las armas de apoyo puedan ejercer su función una vez establecido el contacto y en su razón los diferentes apaños: cañones de asalto, cohetes de saturación, LAWs, etc.
Otro tópico es una épica caballería sola ante el peligro, nada más lejos de la realidad, cuestión diferente es la falta de coordinación y escasa cohesión del heterogéneo ejército francés, (cierto es que el Imperial también contaba con variedad de nacionalidades, pero tenía un núcleo catalizador: los españoles que al contrario que la elitista caballería enemiga, no se creían una arrogante casta por encima de lo humano y lo divino). Para su mejor entendimiento veamos una breve síntesis de la batalla y sus fases:
Síntesis de la batalla
Alertados de que el ejército Imperial ha franqueado el parque de Mirabello una fuerza de caballería e infantería francesa parte de su izquierda para taponar la brecha de infiltración, llega tarde pues el enemigo ya se ha desplegado, pero aún así arrolla a un contingente de rodeleros y captura varias piezas que de inmediato utilizan contra sus anteriores dueños.
El fuego de las piezas capturadas y las propias diezma los cuadros Imperiales y se da la orden de acortar distancias para zafarse del demoledor bombardeo. Un maese italiano difiere y cree que sería más oportuno retirarse al abrigo de los bosques, pero un alférez español le comenta que en caso de no acatar la orden la primera víctima del repliegue será él, (¡que falta nos harán alféreces como éste en Rocroi!) Francisco I al observar las evoluciones españoles comenta: “¡el enemigo viene hacia nosotros, nos ahorra trabajo, no le hagamos esperar !”, (que chistoso a la par de iluso), pues los arcabuceros se han enmascarado en el terreno y reciben la carga disparando a bocajarro, mientras tanto la caballería imperial ha vuelto grupas y tras su derrota inicial se une a la infantería en un rodillo implacable. La nobleza francesa desmontada cree que asegurando un rescate monetario salvarán sus vidas, pero los arcabuceros incitan al degüello y en su defecto fusilan a quemarropa a todo aquel que tienen a su alcance.
El monarca francés se retira y ordena a la infantería suiza que cargue sobre los españoles, en la carga pasan a corta distancia de los cuadros alemanes que han recogido en su interior a todos los arcabuceros imperiales dispersos, con la orden de: “¡cierra, cierra!” estos abandonan las formaciones y abren fuego de flanco contra los helvéticos, desde el otro lado las piezas por fin recuperadas hacen otro tanto, mientras de frente reciben otra andanada de los cuadros españoles a los que pretenden asaltar que los paraliza, iniciando a continuación un ordenado repliegue que arrastra a otras unidades menos combativas de su bando. Los cuadros imperiales alemanes se traban en una lucha sin cuartel con sus compatriotas de las “bandas negras” del bando francés.
La guarnición de Pavía en lugar de alimentar el saturado punto de choque, flanquea a la izquierda hacia el puente del Ticino guarnecido por el capitán Guevara, (español al servicio de Francia) que espera que crucen los suizos antes de volarlo aunque muchos perecerán en sus aguas ante el temor de ser masacrados. Los españoles tras la furia inicial les gritan: “¡cuartel, cuartel!”, prometiendo el respeto de sus vidas, palabra que cumplen, pues impera la lucha de clases, una cosa es la insolente caballería y otra la solidaridad entre “los pisahormigas”.
La suerte del resto es diversa aunque tendente al drama, así el pretendiente al trono inglés (ficha con el nombre de “Pole” en el escenario), es asesinado por un campesino lombardo que ejercía de falso guía y le aplastará el cráneo por la espalda, Enrique de Navarra (ficha “Bearn” en el escenario), al ver a su rey en apuros carga en solitario pero es interceptado por un caballero castellano, un jinete andaluz y un infante de Granada, casualmente será este último el primero en llegar al encuentro, (¡la célebre infantería ligera!), al citado caballero se le rompieron las bridas en el esfuerzo y en galope descontrolado aparece con la espada desenvainada entre un grupo de prisioneros, estos temiéndose lo peor imploran piedad, sin prestarles atención el caballero les ordena: “¡arregladme las cuerdas” y tras un remiendo de circunstancias desaparece hacia su objetivo. Enrique repartirá sus ricos complementos según la categoría de sus captores.
Francisco I tras casi ser ajusticiado “in situ”, es salvado por el caballero de La Mota que pone orden entre la soldadesca, (ésta tras saquearle cuanto de valor le encuentran, incluso su capa es cortada en pedazos cual reliquia de tan crucial acontecimiento), le dedica una salva de honor. El rey en su traslado hacia la ciudad alterna con todo el mundo sin diferencia de condición con un humor admirable. La ocurrencia más comentada es la de un arcabucero llamado Roldán que le expone: “¡ayer fundí muchas pelotas de plomo, fundí también seis pelotas de plata para blancos nobles de las cuales cuatro he disparado con provecho y fundí una de oro por si la providencia me cruzaba con vuestra majestad!, no ha querido la fortuna este desenlace, pero yo os la entrego pues sois su auténtico dueño”. El rey entre sorprendido y aliviado aceptará jocoso el letal presente.
Bibliografía
M.Díaz. Pavía 1525, Ed. Almena.
C.Martínez. Grandes batallas,
Ed. Blanco y Negro.
P. de Sandoval. Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V,
Ed. Atlas.